Querido Juan:

Me hubiera gustado haberme despedido de ti como bien hubiera querido, pero la noticia de que habías decidido, personal y firmemente, emprender un viaje que no estaba aún previsto, me pilló en un momento en el que las circunstancias me impedían hacer lo que más quería en ese momento.

Y tampoco he podido escribirte hasta ahora porque, por los mismos motivos, las musas me abandonaron y permitieron que transcurriera un tiempo, que ahora creo el indicado, para hablar contigo.

Así que, emulando a mi admirado Miguel Hernández, te digo lo mismo: “A las aladas almas de las rosas. De almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas. Compañero, del alma compañero”.

Juan, cada vez que estos días pienso en ti, me vienen a la mente un sinfín de recuerdos vividos durante estos largos años.  No voy a nombrar nuestra lucha, en unión de nuestros compañeros de la Junta Directiva, para sacar adelante AUDEMA porque ya mencioné todo en mis palabras cuando fuiste nombrado presidente de honor de nuestra asociación.

Los recuerdos que me vienen son mucho más anteriores, principalmente a los acontecidos en los comienzos de nuestro curso de Humanidades en la Universidad de Mayores. ¡Qué buenos tiempos y lo bien que lo pasamos! Ahí nació nuestra primera Junta Directiva, sin tener asociación y perteneciendo a la delegación de la clase.

Y la cantidad de anécdotas divertidísimas  que nos quedaron de ese tiempo, como cuando se comieron nuestra merienda y empanadas que teníamos guardadas en el frigorífico de la Delegación de Estudiantes. Los jóvenes no dejaron ni las migas, pero la merienda la hicimos igualmente con el profesor Pulido y en la visita al Nuevo Baztán.

Estaba claro que los estudiantes se habían puesto las botas a costa de los “abuelos”.

Qué tiempos más estupendos vivimos, Juan. Fue una experiencia que no tenemos que verla como algo que fue, si no como la oportunidad que tuvimos de enriquecer nuestro pasado con una amistad perdurable en el tiempo.

Y ahora vas y decides irte. ¡Qué faena! Aún no era tu momento. Nos has dejado desconcertados, tristes… Pero allí donde estés, seguro que nos sigues día a día y que en algún momento te pondrás gruñón porque no te guste algo, pero como bien decías cuando te enfadabas, era tu momento gaseosa. Una subida fuerte, pero una rápida bajada.

Termino mi carta enviándote todo el afecto de tus amigos/as de esta Junta Directiva con la que trabajaste tantos años y espero que sepan disculpar el tono personal que he puesto en esta carta, debido esencialmente al trabajo y al trato tan estrecho que he tenido contigo desde que nos conocimos.

Con todo nuestro y mi cariño, Juan.

Elisa y Junta Directiva

AUDEMA