Sábado 12 de Mayo de 2018

En Villafranca once peregrinos del grupo, iniciamos la marcha a pie, con toda la ilusión que conlleva la propia llamada del camino, pues yo mantengo que el Camino atrapa y atrapa no solo por la belleza de lo que se recorre sino por la fuerza espiritual que tiene y por ser camino de historia que millones de peregrinos hollaron con sus pies, a través de los siglos.

Pues bien, se inició la etapa por un camino llano y bien compactada la tierra, a los lados los campos con una explosión de verdes en todas sus tonalidades, trigo, cebada, pero sobre todo flores de todos los colores: amarillas, blancas, azules, era como una alfombra donde la naturaleza nos regaló a la vista un arco iris de color.

Pero llegó el esfuerzo, también, el Camino es esfuerzo y decisión a seguir, subimos con tesón y por qué no cansancio, el puerto de La Pedraja de 1130 m. A cierta altura nos encontramos con el monumento un sencillo monumento que recuerda en ese lugar el fusilamiento de bastantes republicanos y posteriormente enterrados en una fosa común en el mismo lugar.

Es curioso, pero en el Camino se hace amistad con todo tipo de personas, concretamente estuve andando unos cuantos cientos de metros con un peregrino de nombre Matías, que venía desde Francia, natural de Arizona (Estados Unidos). Hablando por qué hacía el Camino, si era por fe o no, me dijo que era evangélico, por lo tanto la creencia en la iglesia católica era nula, pero me dijo una cosa muy interesante, lo hacía acompañado por su padre el cual había fallecido hace más de un año también por encontrarse consigo mismo, la verdad es que me dio por pensar en la variedad de personas que lo hacemos por miles de causas e ideas distintas. Y llegamos a la cima de este puerto, una magnífica vista.

La bajada tuvo una parte empinadísima como 300 m aproximadamente para pasar a un camino ancho con pinares a ambos lados. Este camino le han dado el nombre de Camino Francia- Portugal o camino de Europa nº 1. Aquí nos cayó un corto chubasco y como la lluvia es esperanza de nueva vida me alegró caminar con lluvia, pero acabó en breves minutos, prácticamente no nos mojamos casi nada. El majestuoso paisaje de pinares quedó atrás y llegamos a S. Juan de Ortega.  

Juan de Quintanaortuño fue discípulo de Santo Domingo de la Calzada y, como el maestro la mayoría de sus años los dedicó al Camino siendo otro Santo Hospitalario: San Juan de Ortega. Construyó el  templo románico donde está su sepulcro con un templete que narra la vida del santo. Dos veces al año en los equinoccios, se produce el Milagro de la Luz: un rayo de sol penetra por la ojiva de la fachada a las cinco de la tarde iluminando, por este orden, la Anunciación, el nacimiento de Jesús y la Adoración de los Reyes y desaparece, el luminoso hace su recorrido en unas cinco minutos todo ello en un capitel románico, debe ser espectacular.

Y con esto acabo mi experiencia a pie de esta etapa de 12 Km. la cual me llenó de ganas de volver si me deja la edad y las piernas.

José García La Cruz